En un mundo que no deja de girar y se encuentra en constante cambio, mejoras industriales y electrónicas, es inevitable no darse cuenta sobre la transición energética global por la que estamos pasando, pues las redes eléctricas se descarbonizan y esto genera una mayor demanda a diferentes materias primas como nuevas alternativas, tales como el cobre y el litio.
Durante el 2020 se produjo un déficit sobre el cobre, lo cual generó un repunte sobre su precio. Se proyecta que la oferta del metal supere la demanda durante el presente 2021 y el próximo 2022, excediendo en su producción entre 80 mil a 110 mil toneladas durante esos años. Las producciones de dicho metal se están desarrollando con respecto al déficit de 600 mil toneladas que hubo en china debido al incremento del uso del cobre refinado.
Tengamos en cuenta que la realza del cobre tiene mucha referencia por la demanda de infraestructura y el rápido crecimiento del mercado de vehículos que usan la llamada energía “limpia” o “verde”, el litio actualmente pasa por un boom debido al bajo contenido de carbono que presenta, y las mineras están acaparando los grandes yacimientos encontrados en países como Chile, México, Argentina, Perú y Bolivia.
Las perspectivas del litio para los siguientes años presentan un panorama favorable, esto gracias al actual éxito de Tesla, que un año atrás, sorprendió a la industria del automóvil eléctrico cuando anunció que algunos Model 3 fabricados en Shanghái estarían equipados con baterías de fosfato de hierro y litio.
El plan a corto y mediano plazo es obtener carbonato de litio, hidróxido de litio, es avanzar desde la producción de las baterías de iones de litio, hasta la fabricación de carros eléctricos. Otras empresas tentadas a la utilización de este metal, es la nueva alternativa energética por Hyundai Motors, Panasonic y Apple, este último con miras a lanzar el Apple Car en el año 2024.
